En teoría, los debates televisados deberían permitirnos de conocer las propuestas presentadas por cada una de las opciones políticas durante una elección. Al menos esa ha sido siempre la intención de los medios de comunicación y de los partidos políticos canadienses. Lamentablemente, el formato de los debates (2 horas, 6 temas o más), unido a las preocupaciones comerciales de las televisoras, transforman al debate en un concurso de retórica en el cual la imagen y las declaraciones choc inundan la pantalla, pierden a veces al ciudadano, y fomentan el cinísmo social que existe actualmente hacia los políticos. Si hay algo que rescatar de estos debates, me parece que es la posibilidad de identificar las grandes tendencias políticas que gobiernan nuestro país y asociar nuestros proprios valores con los de cada opción presente. Esta es quizás la mejor manera de enfocar los debates televisivos, o sea no crearse falsas expectativas, y tomarlos simplemente como lo que són, una oportunidad de conocer más sobre la escala de valores que ofrece cada opción política.
Los debates del martes y miércoles pasados nos dieron una buena idea de los valores defendidos por cada partido político. Algunos líderes hicieron un mejor trabajo estratégico y comunicacional. Otros tuvieron la capacidad de establecer una relación de confianza con la ciudadanía. Algunos también dibujaron con gran claridad los contornos de su agenda política. No se puede decir que hubo un ganador absoluto. Todos ellos lograron, de alguna u otra manera, enviar un mensaje claro de los valores que defienden.
STEPHEN HARPER: EL LÍDER DE LA ESTABILIDAD ECONÓMICA, DEL PRAGMATISMO POLÍTICO Y DEL CONTINUISMO, PERO CON MUCHOS SIGNOS DE INTERROGACIÓN
El actual primer ministro Stephen Harper, también jefe del partido conservador de Canadá, se presentó como el líder del pragmatismo político y de la prudencia en tiempos de inestabilidad económica. Adoptó una pose serena durante los debates, pese a los ataques que le llegaban de todas partes. También con la intención de acercarse a la ciudadanía, se dirigió a la cámara en casi todas sus intervenciones y adoptó un tono exageradamente tranquilizador, superficial por momentos, exasperante quizás para sus adversarios. Evitó caer en cualquier tipo de agresión que lo hiciera ver como un líder autoritario o conflictivo, y me parece que hasta fué bastante blando con Gilles Duceppe, el jefe del Bloc Québécois. En todo caso, Stephen Harper se aprendió bien el texto que le dieron sus consejeros y así evitó mojarse cuando los otros candidatos lo invitaban a lanzarse al agua.
Me parece que los profesionales de la comunicación contratados por el partido conservador hicieron un excelente trabajo en cuanto a minimizar el impacto de los escándalos de la últimas semanas. Cada vez que fué cuestionado por sus adversarios, Stephen Harper respondió de manera relativamente convincente, concisa, y objetivamente núnca se vió mal parado. Esto fué un verdadero
tour de force que evitará una
debâcle electoral a corto plazo, pero sinceramente no veo como el partido conservador se puede escapar de la telaraña en la que se ha metido. Tarde o temprano, y espero más temprano que tarde, sus ministros, y el mismo Stephen Harper tendrán que explicarse por motivos de transparencia y legitimidad política. No hay que olvidarse que fueron elegidos en el 2006 para limpiar la cultura de corrupción que los liberales habían instalado en Ottawa.
Por otro lado no se pudo saber mucho sobre las propuestas sociales del partido conservador, siempre minimalista en sus orientaciones. De manera general, se debe saber que los conservadores prefieren adoptar políticas sociales que tocan directamente el bolsillo de los ciudadanos, y se oponen casi siempre a la creación de nuevas burocracias sindicadas para administrar la implementación de programas estatales. Pienso que Stephen Harper podría haber sido más claro en cuanto a su agenda social durante los debates. Las propuestas sociales de su programa político son quizás las menos conocidas a nivel de la ciudadanía, y el líder perdió una buena ocasión para explicar más claramente sus orientaciones sociales, hasta ahora pintadas como peligrosas por los otros jefes de partido.
MICHAEL IGNATIEFF: UN HOMBRE DE ESTADO EN DEVENIR QUE ARRASTRA LA FALTA DE ORIENTACIÓN DE SU PARTIDO
Michael Ignatieff, el jefe del partido liberal de Canadá y ex-profesor de la
Harvard University, se presentó como un líder moderado y respetuoso de los valores liberales, o sea el respeto de los derechos individuales, el bilingüismo, el multiculturalismo, y la centralización de los servicios gubernamentales en Ottawa. Demasiado cerebral por momentos, sus instintos de académico lo traicionaron varias veces cuando trató de hablar sobre temas como las relaciones entre el Québec y Canadá, o cuando habló de las preocupaciones de las comunidades imigrantes. Hay que mencionar que estos eran sus primeros debates por lo que es muy posible que estaba adaptándose al formato y al nivel de comunicación requerido. En varias ocasiones trató de describir a Stephen Harper como un tipo que regala dinero a las grandes multinacionales, que quiere comprar más aviones de guerra y que quiere abrir más cárceles. Esta retórica buscaba tocar a los electores de la provincia de Ontario, campo de batalla entre los liberales y los conservadores, y seguramente determinantes entre la elección de un gobierno mayoritario o minoritario. De manera general, Michael Ignatieff se mostró como un líder de estatura que adhiere a valores económicos y sociales de centro-izquierda.
Me parece que el talón de aquíles de Michael Ignatieff no es tanto él mismo, pues ha demostrado en varias ocasiones que es un líder inteligente que tiene substancia. Su gran problema, según un servidor, es su proprio partido. La verdad es que el partido liberal de Canadá ha perdido el rumbo desde que se fué Jean Chrétien en diciembre del 2003. Desde entonces, los liberales han tratado de reconstruír artificialmente la época de Pierre Trudeau, y se han ido desconectando poco a poco de las necesidades presentes y futuras de los ciudadanos canadienses. La elección de Stéphane Dion como jefe de partido es el mejor síntoma de esta tendencia destructiva. Al parecer también se han cegado voluntariamente a la predominancia de los regionalismos en la política federal, y no se han dado cuenta que los imigrantes y los centro urbános ya no están dispuestos a regalarles su voto con la facilidad que lo hacían antes. Lamentablemente este
malaise interno ha ido frenando seriamente la potencialidad de Michael Ignatieff.
Aunque este último se mostró un poco más convincente en el debate francés, me parece que perdió la oportunidad de conquistar a un electorado aún indeciso que subscribe generalmente a tendencias políticas centristas. Al poner demasiado énfasis en el voto negativo contra Harper, Michael Ignatieff no pudo convencer a los canadienses de votar positivamente por su opción política. Esto le puede hacer perder votos que irán seguramente al partido neodemócrata de Jack Layton.
JACK LAYTON: UN LÍDER CARISMÁTICO, LA CONCIENCIA SOCIAL DE CANADÁ
El jefe del partido neodemócrata, Jack Layton, fué el más simpático de los cuatro líderes de partido a mi parecer. Un poco más confortable en inglés que en francés, lanzó dardos a todos sus adversarios, dijo algunas verdades que hicieron reaccionar (como que Michael Ignatieff tiene un porcentage de ausentismo bastante elevado en el Parlamento), pero algunas veces también le tocó recibir golpes fuertes (como cuando Gilles Duceppe y Michael Ignatieff le recordaron que nunca podrá formar el gobierno). Y de alguna manera estos últimos tienen razón si uno mira con atención la intenciones de voto a nivel federal, pués el NPD obtiene generalmente alrededor de 18% en todas las encuestas. A pesar de esto, creo que Jack Layton hizo un excelente trabajo al poner en la mesa muchos de los temas que preocupan a la población en general. Por ejemplo, la situación de los desempleados, los programas de ayuda a las familias que se ocupan de la gente de edad, así como la preocupante disminución de los fondos gubernamentales dedicados para la salud y la educación. Jack Layton se ilustró como la conciencia social de Canadá durante los dos debates, y exigió sin cesar más claridad a los otros jefes de partidos en cuanto a políticas sociales se refiere.
La debilidad principal del partido de Jack Layton es que no tiene muchas posibilidades de tomar el poder en Ottawa, al menos de un punto de vista puramente estadístico. Consecuentemente, creo que hay dós temas que los militantes y dirigentes del partido neodemócrata (NPD) van a tener que estudiar en los próximos años. De un punto de vista electoral, se van a tener que preguntar si vale la pena seguir compitiendo contra los liberales, el grupo político más cercano a la izquierda moderada propuesta por el NPD. De un punto de reoganización política, y tomando en cuenta que existe un solo partido nacional de centro-derecha en Canadá, van a tener que interrogarse sobre la utilidad o la necesidad de unir las fuerzas de centro-izquierda a nivel nacional. Pienso que las propuestas del NPD tienen su razón de ser en el sistema político canadiense, pero quizás podrían lograr alcanzar el éxito si llegan a un acuerdo pragmático con los liberales de Michael Ignatieff. Quizás esa unión podría también tener un efecto renovador al interior del partido liberal de Canadá, un partido que sigue apostando por viejas fórmulas y
platitudes, y dentro del cuál ya se ven algunos signos de división entre sus asociaciones provinciales, particularmente en Québec.
GILLE DUCEPPE: MIENTRAS EL QUÉBEC NO SEA UN PAIS, ¡DAME MÁS DINERO!
Gilles Duceppe, jefe del Bloc Québécois y ex-sindicalista, es el jefe más veterano de la política canadiense. Fué elegido como líder del partido en el año 1997, y desde entonces se ha mantenido firmemente a la cabeza de esta agrupación, pese a sus intenciones ya expresadas de dar el salto en política provincial algún día. El mensaje central de Gilles Duceppe durante los dos debates de esta semana se puede resumir en tres fráses. Primero, Québec quiere ser un país. Segundo, los valores del Québec no tienen nada que ver con los valores de Canadá. Tercero, mientras tanto denme todo el dinero que les pida.
Según mi punto de vista, el jefe del Bloc Québécois no fué tan bueno en inglés como en francés, pero mantuvo más o menos la misma línea editorial que se le conóce con respecto a Canadá, con la única diferencia que esta vez no podía explotar ningún tema relacionado con la identidad quebequense. Falto de argumentos fuertes, Gilles Duceppe trató de destabilizar a Jack Layton preguntándole sobre la aplicación de la Ley 101, una ley provincial que limita los derechos lingüisticos de los francófonos y de los imigrantes a cambio de la protección del francés en la provincia. También atacó a Stephen Harper sobre la poca transparencia de su gobierno hasta ahora. Cuestionó, por último, a Michael Ignatieff sobre las tendencias centralizadoras de los liberales hacia las provincias en materia de administración pública y la aplicación del multiculturalismo en territorio del Québec.
De manera general, diría que Gilles Duceppe logró presentarse como el líder que defiende los interéses del Québec, aunque al escucharlo uno se pregunta muchas veces si defiende realmente los interéses de todos los ciudadanos residentes del Québec o solamente los de su propria opción política. Su
performance en el debate francés será probablemente suficiente para guardar su hegemonia política en la provincia del Québec.
OTRAS CURIOSIDADES Y RECOMENDACIONES
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